Monitoreo ambiental
25 de Junio, 2020
El Monitoreo Ambiental es un nuevo producto de CASMU EMPRESA especialmente pensado para empresas de gran porte y mediano porte: locales de enseñanza, shoppings, plantas de producción, etc.
- En el actual contexto de la pandemia por SARSCOV 2, las organizaciones, instituciones y empresas necesitan asesoramiento para cumplir con la normativa.
- Este colectivo conformado por CASMU e IIBCE, es el equipo ideal para realizar el muestreo y monitoreo ambiental de los espacios de trabajo, acompañar y diseñar ambientes más seguros y sanos.
“Esto sirve como complemento a las medidas claves: el uso de mascarillas, el distanciamiento sostenido y el lavado de manos”, aclara el médico Álvaro Arigón, Director de Casmu Empresa y uno de los promotores del acuerdo con el Clemente Estable. Pero, la lógica que está detrás de estos estudios, dice, es que “en instituciones donde no se puede privar la circulación de personas, como un hospital, un policlínico, un banco o una escuela, esto permite descartar en un área (esclusa) todo posible rastro del virus y garantizar que se está libre de él”.
“Es invisible y, sin embargo, se ve. Porque el SARS-CoV-2, ese virus que tiene en vilo al mundo hace un semestre, viaja escondido en las gotitas que lanzamos con un estornudo o al respirar, se camufla en la superficie de un sillón o en el botón del ascensor cuando esas gotitas caen, pero sus restos genéticos a veces perduran. Y entonces sabemos, aunque no infecte, que está. Así se lo busca en las habitaciones de un sanatorio donde deambuló una persona que, en Uruguay, dio positivo hace menos de diez días”.
CASMU firmó un convenio con el Instituto de Investigaciones Biológicas Clemente Estable (IIBCE) para el monitoreo ambiental de SarsCOV2, el objetivo es hacer que el ambiente dentro de la empresa sea seguro y libre de COVID.
En este caso científicos del Instituto Clemente Estable, mapearon las instalaciones del Sanatorio 3 situado en la calle Garibaldi 2644, donde buscaron residuos de coronavirus y dejaron el local con un medio ambiente de trabajo libre de COVID.
El científico Eduardo De Mello, del Instituto Clemente Estable, especifica que ni siquiera la más estricta limpieza de los locales y las superficies “es garantía de nada”. Porque en las zonas que uno más toca y menos se da cuenta -como un pestillo, el apoyabrazos del sillón o la llave de luz- puede haber restos del virus.
“Las chances de que el virus esté activo y tenga potencial para infectar son muy bajas”, cuenta De Mello, vestido con cofia, lentes grandes como usan los ciclistas, guantes de látex, mascarilla y una toga que delata a lo lejos que se está trabajando con material sensible”.
Y así es. Porque De Mello y las dos microbiólogas que lo acompañan sacan un hisopo esterilizado y lo raspan contra un pestillo o un teclado con la misma delicadeza que un enfermero toma una muestra en una nariz. Eso sí: antes pasan unas gotitas de un buffer que humedece la zona y facilita que el virus, de estar presente, se adhiera al algodón del palillo.
La muestra se deposita en un tubo de ensayo, que tiene un líquido que permite la conservación del virus, sigue la misma ruta que un test convencional de COVID-19: va refrigerada al laboratorio, en este caso del Casmu, bajo esas campanas de flujo laminar que simulan un extractor de cocina se “rompen” las células virales para obtener el material genético y se analiza con la técnica de PCR en tiempo real. Así es que, “en 24 o 48 horas”, se sabe si hubo residuos del virus (en ese caso en la computadora se verá una curva que se amplifica) o no.
La diferencia es que en lugar de que cada muestra sea de una persona, está codificada según de dónde se obtuvo: un pestillo, un papel, una mesa…
Una vez obtenidos los resultados, los científicos pueden construir un mapa de la presencia del virus en una habitación. Si se supo que allí hubo carga viral, porque estuvo una persona infectada como la funcionaria del Casmu, y ya no hay restos, eso significa que se hizo una buena limpieza.